viernes, 24 de diciembre de 2010

Efecto Beijing

Al poco de decidir que me iría a Beijing me eché las manos a la cabeza. Me di cuenta de que me marchaba a China, un país del que no sabía nada. Nunca me había interesado. En realidad, Asia era un continente desconocido para mí. Me entró el pánico. Fueron buenas razones las que me empujaron a escoger esta ciudad, pero parece que luego se esfumaron y el miedo se adpoderó de mí. “¿Qué voy a hacer en una ciudad en la que no me podré comunicar porque no sé chino?”, era uno de los muchos pensamientos simplones que me atormentaban, por no hablar de mis preocupaciones con la contaminación o la comida, entre otros. Y ahora, después de haber pasado más de once meses en esta ciudad de locura, estoy segura de que la voy a echar de menos, a ella y al país, y a Asia, porque me han conquistado.

Cuánta razón tienen estos chicos cuando dicen aquello de: “dejarse llevar suena demasiado bien. Jugar al azar y nunca saber donde puedes terminar… o empezar” (Copenhague, Vetusta Morla).

Lo mío con Beijing se podría decir que fue un juego de azar. Arriesgué sin saber cuál iba a ser el resultado y me tocó el premio, cuando podría haberme ido con los bolsillos vacíos. Después de que mi sueño de vivir un año en Buenos Aires, Santiago de Chile o Montevideo se desmoronase, decidí aterrizar en la otra punta del mundo, incluso tras sopesar también La Paz. Y me alegro infinito. Latinoamérica sigue siendo uno de mis objetivos, ojalá algún día pueda contaros aventuras desde allá a través de otra bitácora, pero si me hubiese ido allí, no habría descubierto Beijing, China y Asia, seguirían siendo unos desconocidos para mí, y no se lo merecen.

Ha sido un año maravilloso. Beijing me ha regalado el poder aprender más sobre la vida, ahora soy un poquito más madura y todo, sobre el mundo, analizarlo y razonarlo desde otro punto de vista, sobre periodismo, gracias sobre todo a mis compañeros de la agencia y de los de fuera, y sobre el calor humano, sentir a mi lado a los que estaban a casi diez mil kilómetros de distancia y sentir también que los que sí han estado en realidad junto a mí, las maravillosas personas que me ha dado esta ciudad, se convirtieron en mi familia.

Voy de camino a mi querido Madrid y siento como si fuese a despertar de un sueño, dulce, pero efímero. Parece ayer cuando llegué a Beijing y de eso ya hace 346 días. Se me ha pasado tan rápido que parece que no haya sido cierto, como eso, un sueño.

Y todavía no me he despertado y ya te echo de menos, os echo de menos, y a los que estáis en España me muero de ganas por comeros a besos…qué raro todo…y todo es Efecto Beijing.

Zàijiàn…

Eva.

(23 de diciembre. Aeropuerto de Frankfurt)

miércoles, 24 de noviembre de 2010

29, 28, 27...0



El recuerdo de los últimos abrazos se mantiene tan vivo que todavía puedo sentirlos como si nos los hubiésemos dado hace apenas unas horas. Los abrazos de la despedida. Con casi todos hace ya más de 318 días. El tiempo vuela y el de descuento comenzó a correr ayer. En 29 nos daremos los del reencuentro. Un suspiro. Me muero de ganas. Lo malo es que antes de que el calendario marque el 23 de diciembre llegarán más abrazos de despedida y muchos "adiós", la mayoría sin una fecha fija para el reencuentro. Eso se hará cuesta arriba. Ay, Beijing...

lunes, 8 de noviembre de 2010

Aguante. Otro mundo. De vuelta

Ocho horas después estaba segura de que saldría de aquel tren oliendo a tallarines chinos instantáneos. Más cuando mi compañero de asiento tomó unos con carne para cenar. Ya me dolía el culo. Me empezó a molestar tras la primera hora de trayecto. El asiento no era duro tal y como me dijeron, pero tampoco era mullido. Apostaba a que mi olor a tallarines tras 20 horas allí dentro estaría mezclado al de humanidad. Un compuesto explosivo. Tenía calor a pesar de llevar una fina camiseta de manga larga sobre una de tirantes cuando afuera era invierno. Estábamos hacinados. A cada poco me decía que si teníamos un accidente no lo contaríamos ninguno porque por leve que fuese, el pánico, el miedo, la asfixia y el no poder movernos acabaría con nosotros. Capacidad para 118 pasajeros (creo que sentados) ponía en un cartel. De pie, atestando el pasillo, había casi otros cincuenta. Algunos conseguían sentarse en el suelo, pero otros aguantaron hora tras hora de pie. Cuando llegaba el carrito de la bebida, de fruta, de carne seca o de cualquier otro tipo de comida, el que lo dirigía y los que estaban en el pasillo tenían que hacer malabares para que el vendedor pudiese avanzar. Maletas superpuestas en la balda para el equipaje. Algunas sobresalían, por lo que a un mínimo movimiento brusco, se caerían. Las mesitas junto a los asientos estaban repletas de comida y bebida. La porquería se iba acumulando en el suelo. Ir al baño desde mi puesto suponía restregarme con al menos diez cuerpos y cuando llegaba, me tocaba inspirar el humo procedente de los cigarros de los que taponaban la conexión entre vagón y vagón. Una mujer y un hombre pasaron las 20 horas de trayecto sentados en el suelo enfrente del baño, esquinados y apoyados en la pared. Ni 50 centímetros les separaban de la puerta que daba acceso al retrete, estilo letrina sobre una superficie de unos dos metros cuadrados y más sucio y pestilente a cada instante.


Esos son mis pies y mi asiento.





Y los pasajeros, de todos los rasgos y colores, pero todos chinos. Sólo dos extranjeros compartíamos vagón con estos más de 150 chinos. Rasgados, un poco más abiertos, redondos o casi cerrados, todos ojos, todos chinos. Finos, gruesos, redondos o perfilados, todos labios, todos chinos. Blancas, tostadas y morenas, todas pieles, todas chinas. El único factor físico en común: el color de su pelo, negro. El psíquico: la capacidad de aguante. Bien es cierto que no entiendo chino, pero una imagen vale más que mil palabras y gracias a eso entendí que en sus rostros no había rastro de queja o frustración, sino de aguante, como el que demuestran en otros muchos más aspectos de su vida. Ni la calidad de los asientos, aceptable para un corto recorrido, pero pobre para 20 horas de trayecto, ni los espacios mínimos, ni ir de pie, ni ir sentados en el suelo o ni ir hacinados les hizo quejarse. Nadie protestó. “Es lo que hay”, me imagino que tienen asumido con la siempre utilizada excusa de que son muchos (más de 1.300 millones) y por el poco dinero con el que cuentan en su bolsillo. Sin embargo, yo pensaba que aquello era inhumano. ¿Acaso no pueden poner más trenes a diario que cumplan ese servicio -sólo hay uno al día y sólo los días impares- o vender menos billetes?, me preguntaba. Lo peor es que mi vagón no era el único que iba así, sino todos los que componían aquel tren y muchos de los trenes que van de un lugar a otro en China cada día. Sin ir más lejos, una amiga montó hoy en un tren en el que le tocó ir de pie durante dos horas por 22 RMB, lo que vienen a ser unos 2,5 €. Mi billete para las 20 horas de Beijing-Guangzhou (capital de la provincia sureña china de Guangdong) me costó unos 30 euros. El tren es uno de los medios de transporte más utilizados por los chinos para recorrer largas distancias porque dejan de largo miles y miles de kilómetros (China tiene una extensión similar al del continente europeo) por precios muy económicos. Tan sólo hay que atender a las cifras anteriores. Y es que muchos de los habitantes de la que se ha convertido en la segunda potencia económica mundial no ganan ni 200 euros al mes y no se pueden permitir privilegios, ni tan siquiera para cruzar China de norte a sur. Si nos volvemos a fijar en todos los datos, nos podemos dar cuenta de que algo falla, o por lo menos que me falla a mí, pero de eso hablaremos otro día porque ahora estamos en un tren.

Última parada. Al fin. Podría hablar de mis compañeros de tren o de las mil y una posturas que pusimos cada uno para conseguir conciliar el sueño, pero tenemos que llegar a Hong Kong, mi destino. El tren se paró definitivamente en Guangzhou y allí tuve que tomar un autobús que me llevó hasta la ciudad de Shenzhen, también en Guangdong y frontera con Hong Kong. Una frontera que marca dos mundos y un debate.

Hong Kong es una Región Administrativa Especial de China desde 1997. Hasta ese momento, los británicos tenían el poder sobre Hong Kong desde mediados del siglo XIX. Ser una Región Administrativa Especial significa gozar de una economía de libre mercado y de su propio sistema social y jurídico durante 50 años, aunque no cuenta con autonomía en sus relaciones exteriores ni en defensa militar. Cuando se cumpla este plazo, Hong Kong formará parte de China en su totalidad. Hasta ese momento, Hong Kong, al igual que Macao (antigua colonia portuguesa a 20 minutos en ferry de Hong Kong), seguirá siendo un destino internacional desde China.

Hong Kong, otro mundo que tiene rincones con olor a Manhattan asiático y otros a China, que es una mezcla entre una ciudad bulliciosa-divertida-bonita-multicultural-con pinceladas británicas, montaña y mar y con la libertad paseándose por las calles. ¿Y qué pasará con todo esto cuando Hong Kong pase a formar parte de China?¿Cómo es posible que dos sistemas opuestos, en todos sus aspectos, desde la política a lo económico pasando por lo social, convivan bajo un mismo techo? Ese es el debate... No digo más. Os dejo con un poquito de Hong Kong.






Playa Tai Long Wang.

El barrio más pobre de Hong Kong, Sham Shi Po.



Hong Kong en su atardecer.

Hong Kong nocturno.


Ya estoy de vuelta...

viernes, 15 de octubre de 2010

Impresiones agridulces


La tercera vez que le encarcelaron fue por colaborar en la redacción de un manifiesto político , la “Carta 08”, en el que él y otros 303 intelectuales pedían la entrada en vigor de derechos como la libertad de prensa y expresión, el pluripartidismo y la protección del medio ambiente, recogidos en la constitución china, pero violados por el propio Gobierno.

- Liu Xiaobo, Premio Nobel de la Paz 2010 -


En la madrugada del 4 de junio de 1989 germinó la primera condena a prisión, de dos años, de este escritor tras conseguir junto a otros tres activistas salvar cientos de vidas en las protestas estudiantiles de la plaza de Tiananmen que esa noche dieron fin con una matanza, la que se conoce como “Matanza de Tiananmen”.

Liu y sus tres compañeros negociaron una salida pacífica de la plaza de los manifestantes que se negaban a abandonar la protesta antes de que los tanques que llegaron allí terminasen con sus vidas. El escritor llegó a Tiananmen desde Nueva York, donde era profesor en la Universidad de Columbia, para liderar la huelga de hambre que protagonizaban los manifestantes.

En 1996 cumplió su segunda condena, de tres años, en lo que se llama “campo de reeducación laboral”.



La “Carta 08” se publicó en 2008 y el 25 de diciembre de 2009 Liu, ahora de 54 años, fue sentenciado a once de prisión acusado de “incitar a la subversión contra el poder del Estado”, una de las condenas más duras que China ha aplicado contra un activista. Y todo por pedir reformas democráticas en su país.



Una semana después del 8 de octubre de 2010, cuando Liu Xiaobo fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz 2010, que lo dedicó a las “almas perdidas en el 4 de junio”, reina la alegría y el desconocimiento, el debate y la incertidumbre, la mentira, la verdad y la censura, el desafío.


Alegría de los que se nos puso el vello de punta cuando conocimos la noticia. Desconocimiento de los chinos que aún no saben que su compatriota es Nobel de la Paz porque el régimen se ha encargado de que no les llegue la buena nueva.

El debate que arranca cuando se conjetura sobre qué pasará ahora y qué ficha moverá China, si continuará como hasta ahora o relajará sus presiones y esto servirá para que inicie un camino hacia la democracia. La incertidumbre por no saber si pondrán en libertad o reducirán la condena de Liu Xiaobo o tendrá que permanecer incomunicado en una cárcel a 480 kilómetros de Pekín, ciudad donde vive su esposa, la poetisa Liu Xia, y por desconocer cuándo ella dejará de estar bajo un arresto domiciliario que comenzó el pasado viernes sin una orden de detención previa y si podrá recoger el premio el próximo 10 de diciembre en nombre de su esposo. Incertidumbre también por todos aquellos que forman parte del movimiento activista y estos días están siendo detenidos para, se entiende, tenerlos lejos de los periodistas.

La mentira del Gobierno chino cuando dice no conocer a Liu Xia. La verdad de la prensa internacional, responsable en este momento de que el mundo se entere de lo que está sucediendo porque si dependiésemos de lo que cuentan los medios chinos todos seríamos víctimas de la censura. Los medios de comunicación nacionales no han dedicado ni una sola línea o imagen a la concesión del premio para mantener a los chinos ajenos a la realidad, sólo un editorial trató el tema para calificarlo, entre otros adjetivos, de “guerra ideológica contra China”. Lo mismo sucede en Internet, ya que los empleados del Gobierno que se encargan de censurar la red tienen un nuevo objetivo: vetar las búsquedas relacionadas con las palabras Liu Xiaobo y Nobel de la Paz ¿Por qué han hecho eso? Me pregunto también qué es lo que les ha llevado a ocultar la verdad a los suyos, ¿una posible rebelión?

Y el desafío de China cuando acusa de “blasfemia” a la concesión del premio a Liu y dice que la entrega de este galardón a un “convicto”, tal y como llaman al escritor, demuestra “una falta de respeto al sistema judicial chino”. También desafío por parte de la comunidad internacional cuando el Instituto Noruego Nobel concede el premio a Liu después de que China presionase a esta institución para que no otorgase el galardón a ninguno de los disidentes chinos nominados o cuando otros países apoyan esta decisión. En respuesta, China llamó a consultas el pasado viernes al embajador noruego en Pekín, ya que acusa a Noruega de apoyar la decisión del independiente Instituto Nobel, dijo que las relaciones con el país escandinavo quedarán “dañadas” y hasta el momento ha cancelado varios encuentros ministeriales, entro otras medidas. Además, apuntó que todos los que aplauden la entrega del premio a Liu odian a China y se ponen de parte de la delincuencia que hay en este país.

¿Qué respuesta en acciones dará China ahora? Eso es lo que nos preguntamos todos. De momento, dentro del partido del régimen, el Partido Comunista de China (PCCh), ha habido movimientos. Un grupo de 23 veteranos del PCCh ha escrito una carta en la que piden al gobierno reformas políticas como la libertad de prensa y la libertad de publicación para las editoriales. El manifiesto circula por Internet, pero también está siendo víctima de la censura. Contrariedades dentro de la misma unidad, un asunto feo. La respuesta a esa pregunta, un misterio, como todo lo que se cuece en la cúpula de este país. La encontraremos con el paso de los días.

Y para vosotros, ¿qué es lo que queda en vuestro entorno sobre este tema una semana después de conocer la noticia?

Para terminar, algo que cuando lo leí me emocionó...

"Tu amor es la luz que atraviesa los muros y las rejas de la prisión, acaricia cada pulgada de mi piel, calienta cada una de mis células, me permite mantener mi calma interior". 2009, Liu Xiaobo a su esposa en la cárcel donde cumple condena.

viernes, 1 de octubre de 2010

El espectáculo

Imagínate que estás en Beijing de camino a un espectáculo. No es un espectáculo cualquiera. Es “El espectáculo”. Llevas meses preguntándote cómo será. El acontecimiento transcurrirá en una plaza, en la más grande del mundo. A una hora muy especial, las 06.08 de la mañana. Te despiertas a las 04.30 y sales de casa sobre las 05.15. Piensas que seguro que habrá gente que se ha despertado mucho antes que tú y que seguro que ya habrá llegado a la plaza. También piensas que cuando llegues allí a lo mejor hay tanta gente que no verás bien el escenario. No hay vuelta atrás. Tomas la bici y pedaleas rápido. No sabes hasta dónde podrás llegar rondando, todo depende de hasta dónde te deje llegar la policía.

Calles casi desiertas. Pocos coches. Algunos ciclistas. Menos peatones. Todavía es de noche. Restaurantes que abren. Banderas de China colgadas junto a las puertas de las casas, que varias de las que encuentras en tu camino ya están abiertas. Barrenderos. Asfalto mojado, y no porque haya llovido, sino porque acaba de pasar el camión cisterna. Prevés que el día será sucio, ya se nota la contaminación. El horizonte se desdibuja entre la polución.

Te parece raro que haya tan poca actividad. Pensabas que estas calles, próximas a la plaza, iban a estar llenas de gente caminado hacia tu mismo destino. Y de repente, una familia china te pregunta cómo llegar hasta allí. Y piensas, "esto va tomando forma".

Continúas pedaleando y cuando tomas la calle que te llevará directo hasta la plaza te topas con el gentío que esperabas haber encontrado en las avenidas pasadas. La policía y los militares han cortado la calle con coches y cintas y te indican por dónde tienes que ir ahora para llegar. Tras estos agentes de seguridad divisas a un grupo de militares extendidos en línea recta a lo ancho de la calle. Parecen estatuas. Apuestas a que no se mueven ni un milímetro. Son imponentes.

Tomas el nuevo camino y es entonces cuando te mezclas con la masa. Quieres ser rápido, falta poco para que den las 06.00, pero la gente te lo impide. Aun así, tú eres más veloz que ellos. Sus pies también caminan lo más rápido que pueden. Tanto que algunos comienzan a correr. El espectáculo está a punto de empezar y no quieren perdérselo. Ellos llevan, por lo menos, un año esperándolo.

Te dejan llegar con la bici hasta uno de los laterales de la plaza. Perfecto. Aparcas y tus pies se unen al caminar de los cientos que dejaste atrás y de los cientos que están por delante. Y es entonces cuando sucede lo que temías. Hay tanta gente que apenas ves lo que se cuece en el que podría llamarse escenario. Además, no os dejan entrar en la plaza, por lo que os tenéis que quedar en la calle que la rodea.

Sigues avanzando para intentar ver mejor, pero la cantidad de gente es tal que te es imposible saber lo que sucede y hasta caminar. Das marcha atrás. Encuentras un hueco, en la tercera fila desde la valla que hace frontera entre la carretera que da acceso a la plaza y la calle que pisas.

La gente de tu alrededor, niños, ancianos, jóvenes y adultos, mira hacia el fondo de la plaza. Sus rostros reflejan curiosidad, nerviosismo, emoción o pasividad. Muchos toman fotos, ya sea con cámaras profesionales, de aficionado o con las del móvil.

Y comienza el espectáculo. El himno suena y la bandera se iza. Es 1 de octubre, el Día Nacional en China. Tal día como hoy en 1949, Mao Zedong fundó la República Popular de China en la Plaza de Tiananmen y desde entonces este lugar tiene un gran valor simbólico para los chinos. Cada amanacer la bandera de China es izada y al atardecer bajada por una tropa del Ejército Popular de Liberación, momentos en los que en esta plaza suele haber más gente de lo habitual porque muchos quieren verlo. En el Día Nacional se supone que más personas acuden a esta ceremonia. Además, la exihibición militar y el despliegue de seguridad se multiplican. A partir de hoy los chinos gozarán de unos días de vacaciones con motivo de esta fiesta.




Desde tu posición no puedes ver muy bien lo que hay a los pies de la izada bandera de China que preside Tiananmen, pero te parece ver centenares de militares en formación y a ningún civil entre ellos.


Cuando termina el espectáculo crees ver a gente saliendo de la plaza y te preguntas a qué hora llegarían para que les dejasen entrar, pero no lo puedes asegurar. Luego piensas que no cuando ves que los cuerpos de seguridad no te permiten acceder a la plaza una vez izada la bandera. No estás seguro...

Nunca antes habías visto a tanga gente en los alrededores de Tiananmen. Eso y la cantidad ingente de militares es lo que más te sorprende, además de la hora, o por lo menos a mí, ya me diréis a vosotros. Una experiencia. La duda de hace meses ya se ha resuelto.






Son pasadas las 07.00. Tomas rumbo a casa. Montado en la bici dejas atrás a cientos que ondean pequeñas banderas de China. Y entre pedaleo y pedaleo al regreso las ganas de volver a dormir aumentan a cada segundo.

Dulces sueños.

P. D para los que leyeron la entrada anterior: parece ser que esta semana no se han lanzado cohetes. Mirad estas fotos, después del amanecer de hoy. Y si queréis, consultad este link para saber el nivel de contaminación en Pekín para hoy: http://iphone.bjair.info/




jueves, 23 de septiembre de 2010

De festivo y conjeturas

La décimo quinta noche de la octava luna del año chino era la fecha del festival del medio otoño, un festival dedicado a la unión familiar. Al llegar aquella noche, y de acuerdo con la tradición, mi abuela solía llenar una mesa de melones, pasteles y bollos bajo la luz de la luna. El motivo de que aquella fecha sirviera para conmemorar la unión familiar era que la palabra china que designa 'unión' (yuan) es la misma que se utiliza para referirse a algo redondo o intacto; asimismo, la luna de otoño suele presentar un aspecto espléndidamente esférico durante esta época. De igual modo, todos los manjares consumidos durante aquel día tenían que ser redondos”.
“Cisnes salvajes”, Jung Chang.



Las farolas aún no se habían encendido y la luna, una perfecta esfera, ya brillaba como nunca sobre los tejados de Beijing.

La luna, ese satélite que alimenta la letra de canciones, poemas y romances, pero que en esta ciudad no se deja ver, o mejor dicho, la contaminación no deja que se muestre salvo en contadas ocasiones.

En la noche de ayer la luna ganó la batalla, o más bien la dejaron ganar, y se impuso en un cielo negro, sin restos de polución. En la noche de ayer la décimo quinta del octavo mes del calendario lunar, que es el que rige la fechas de las festividades chinas, los que estábamos en Pekín contemplamos la luna más redonda del año en el mejor cielo nocturno pekinés desde enero hasta ahora. En la noche de ayer se celebró el Festival de Medio Otoño, que se festeja desde hace 4.000 años como símbolo de la unión familiar, la felicidad y el final de las cosechas de verano.

El espíritu de esta festividad se cuela en la vida de los chinos en forma de un pastel redondo, llamado “Pastel de Luna”, relleno de huevo y frutos secos semanas antes de que llegue la fecha señalada, día festivo nacional, y que suele celebrarse entre finales de septiembre y principios de octubre, todo depende de la luna.

Este espíritu y los Pasteles de Luna deben quedarse entre las cuatro paredes del hogar, porque en la calle ni se toca, ni se huele, ni se ve, en definitiva, no se siente, o al menos allá por donde caminaron mis pies. Al contrario que en la Fiesta de Primavera, cuando las calles vibran al son de los petardos y se inundan de farolillos rojos y los paisanos te felicitan el año nuevo, en el Festival de Medio Otoño sabes que es festivo por el simple hecho de que la mayoría de las tiendas están cerradas.

En cualquier caso, quede donde quede la esencia de la fiesta, esta celebración es la segunda más importante para los chinos en todo el año, después de la Fiesta de Primavera y antes de la celebración del Día Nacional, el 1 de octubre.

Y yo, que viví sin pena ni gloria esta fiesta porque como digo casi ni me enteré, sólo disfruté como una enana el día espléndido que hizo ayer tras semanas sin ver el cielo azul, me queda una duda. “... o mejor dicho, la contaminación no deja que se muestre salvo en contadas ocasiones... En la noche de ayer la luna ganó la batalla, o más bien la dejaron ganar...” Sí, eso lo he dicho yo en esta entrada porque son cosas que tienen que ver con mi cuestión. Tras semanas sin ver el sol, el pasado viernes comenzó a llover y no paró hasta la noche del martes. No paró. Y ayer, el festivo, hace un día que te hace llorar de la alegría. Qué casualidad ¿Lo habrán hecho otra vez?

Por Efe, 19/02/2010

La provincia de Yunnan (sur de China) lanzó 1.555 cohetes que provocan lluvia artificial con el fin de frenar el riesgo de incendios forestales durante la peor sequía que azota la región en los últimos 60 años, informó la agencia oficial de noticias Xinhua.

[…]

La información no especifica cuál fue la sustancia utilizada por Yunnan para provocar la lluvia, pero una de las soluciones que el Gobierno chino emplea en estos casos es el yoduro de plata.

Este es un catalizador que genera una reacción química al contacto con las nubes que libera hidrógeno, y éste a su vez, al combinarse con el oxígeno de la atmósfera, produce agua o nieve, según la temperatura.

Esta no es la primera vez que el país genera precipitaciones artificiales.

Durante los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 y la celebración del 60 aniversario de la República Popular China el 1 de octubre de 2009 utilizó este químico para asegurar el buen tiempo en estos dos eventos históricos.
 
Normal que me lo pregunte y, es más, que lo sospeche, ¿no?

domingo, 12 de septiembre de 2010

THIS IS CHINA



“¿Qué es lo que más te está gustando de Pekín?” La primera vez que me hicieron esa pregunta no supe muy bien qué contestar, aún abrumada por tantas cosas nuevas.

Ahora, ya de vuelta, creo que sí estoy preparada para contestar….

Me encanta esa mezcla de olores a distintas comidas vayas por donde vayas. En cualquier lugar es posible encontrar algo para comer. Es el sueño de un buen glotón.

Me encanta la vena artística y desvergonzada de los chinos. Bailan y cantan en la calle, hacen teatros y óperas como si fuese lo más normal del mundo, por el gusto de hacerlo, no para pedir dinero.

Me chifla que abuelos que puede que me tripliquen en edad tengan más agilidad que yo a mis 24 años (incluso a los 15!) y la fuerza de voluntad para levantarse por las mañanas tan temprano que a las 6 de la mañana un parque esté repleto de personas haciendo ejercicio.

Me gustan los saltitos que dan cuando bailan en un pub.

También me gusta ese puntillo que tienen de pillos, eso que les hace, por ejemplo, llevarte en una barquita ilegal de “bambú” por un río ;)

Me encanta que sean tan serviciales, que los chicos se pongan la camiseta doblada dejando ver sus tetillas porque hace calor, que quieran hacerse fotos contigo, que se dejen hacer millones de fotos, que los chicos les lleven el bolso a las chicas, que coman con palillos, que se sienten en cuclillas sin apoyar el culete en cualquier sitio y puedan pasarse horas así….

Me ha encantado China, y los chinos también….aunque….ya tengo claro qué es lo que más me ha gustado….que me lo enseñes tú.


Xièxiè Eva, te quiero mucho